PABLO ALBO
Contó cuentos por primera vez en 1994, en Alicante, su tierra natal. Ahora, ha visitado casi todas las provincias, narrando en bibliotecas, teatros festivales. Cuenta para todo tipo de público. Sabe que los cuentos no tienen edad, pero que cada edad tiene sus cuentos y los elije con cuidado y luego los cuenta con su voz, con sus manos, con su cuerpo, sus gestos y con su mirada. Las palabras no necesitan nada más.
Es una sarta de mentiras que no tienen intención de engañarte.
Es una sesión de cuentos, pero no traigas a tus hijos.
Historias que se suceden para erizarte la piel o para hacerte reír…
o para vete tú a saber
Hacer una sesión de cuentos poco edificantes es fácil:
mézclense un puñadito de historias con
un montoncito de sal y de pimienta.
Inúndese en salsa de humor y ya está.
Las historias que sean de esas canallas, o sencillas,
o un poquito eróticas, (pero cuidado que no se te vaya la mano).
Métanse en un auditorio sin prisa y con orejas y a ver que sale.
No sé si podrán comerse, pero reírnos nos reiremos.
MATAMALA. (LO QUE CALLAN LOS RINCONES)
Matamala fue un pueblo de aquellos que existieron en los años 20, 30, 40, 50, 60 o por ahí, cuando había más moscas que coches, cuando los coches llevaban los caballos por fuera y las calles eran de tierra para que los chiquillos pudieran jugar a las canicas.
Pasaron tantas cosas en Matamala… Quién sabe qué terminaremos contando. Quizás lo que pasó aquel día que se encontraron un romano enterrado… o aquella vez que hicieron un río con papel de plata en la calle de la cuesta y la pensión se llenó de pescadores…